sábado, 28 de marzo de 2009

Pereira... Pereira...

Ciudad que me viste nacer, crecer, cagar, miar y llorar.
Pereira, cuanto te extraño, cuanto te pienso,
te respeto, por tener algo indescifrable,
por ser tan prudente y tan sórdida.

Te quiero por lo hijueputa que eres,
en ti sufren muchas almas, pero
también nos das oportunidad de reir,
de volar, de sentirnos vivos, muertos,
de estudiar, de vagar, de caminar.

Caminar tus calles como las líneas
que trazan nuestras venas,
un brazo amigo, eres esa uña,
la última, que está larga,
con la que guelen.

Hago memoria... me encuentro allí,
en la bliblioteca, escuchando tango,
leyendo poetas e intercalando,
caballo con perica, para el ánimo.

La Florida, verde, rio, viento, alegía
fumé bareta en tu entrañas,
donde nacen tus aguas, donde
florecen tus bellas hembras.

Pereira, conocí tus calles, oscuras,
negras, miedosas, terroríficas,
y también tus centros comerciales,
agradables, pero injustos,
excluyentes y perversos, tanto
como aquellos callejones de la muerte.

lunes, 9 de marzo de 2009

Un día.

Un día, quedamos de salir, tomarnos unas cervezas y fumar algo de mariguana.
Eramos Lucía, Pipe y yo. Nos encontramos en el parque El periodista,
ya estaba curtido por el olisque a maracachafa y la cerveza fría
refrescaba una noche calorosa, de un día frenético, sudado y jodido
para los trabadores donde todas partes.

Compramos cervezas y nos sentamos. Se escuchava la música,
había toda clase de personajes, ropa, colores, voces, formas, y
nosotros hacíamos parte del zológico. Mi amigo era un loco,
no paraba de hablar, de enfatizar, de argumenta, no había
duda que nos quería convencer de algo,
nosotros sabíamos a que se refería.

Al principio su mujer y yo nos miramos, sonreimos.
Nos causaba gracia la pasión con la que
hablaba de la política y la sociedad colombiana,
al final terminó por convencernos.

Llevaban poco de conocidos, sin embargo,
Pipe tenía un magnetismo y una energía
que atraía a Lucía. Nos fuimos para
un bar, luego el hombre salió
- a respirar aire puro- dijo-
volvió con un gran porro,
impregnando cada una de las esquinas
y paredes de aquel antro.
Nos sacaron, Lucía lo miraba
feo por la vergüenza.
Pipe estaba cagado de la risa, nos decia:

-Si vieron la cara de todos eso maricas,
cuando entré- Se reía y se reía-

Nosotros, hacíendonos los serios,
terminamos sucumbiendo y
olvidado el asunto
Pipe la cagaba pero
era imposible no gozar con ello.