miércoles, 17 de marzo de 2010

Dejadlos en paz.

La extrema izquierda se la a jugado por la infantil apuesta del todo o nada, o hacer la revolución, en manos de unos predestinados redentores, que con la fuerza de sus ideas (fusiles y pipetas) han de remediar todos los males, enderezar los entuertos, resolver las querellas y satisfacer las necesidades populares. Pero mientas la ultraderecha hace una verdadera revolución, reforma urbana, reforma agraria, etc, los intelectualoides “radicales” desde su cómoda vida, se desparramaba con miles de acusaciones contra el pueblo.


-Por culpa del pueblo- Dicen los sabios, estamos como estamos, porque venden el voto por un mercado, por un almuerzo o por plata. ¿Que ocurrió cuando la apertura neoliberal? ¿No fue el mayor engaño a las nuevas generaciones? Mientras hervían las promesas de prosperidad, de bienestar, de paz, al calor de las elecciones, la patria hubo de sufrir el más terrible embate, la más violenta puñalada, quiebra de la industria nacional, derrumbamiento de los aranceles proteccionistas, desplazamiento masivo de campesinos arruinados o asediados por los armados, marginamiento en las barriadas populares de las grandes urbes, etc.


Ahora llegan nuevamente los redentores, llamando al pueblo de nuevo, como si la esperanza fuera un recurso que los políticos tienen derecho a exigir. No señores, consideren a la gente.


El día a día ya no es tan fácil. Los pobres se levantan todos los días, pensando que van a hacer para conseguir el desayuno, luego, con la barriga a medio llenar, tienen que quemarse las neuronas sopesando hasta que punto la creatividad y el ingenio son necesarios para conseguir el almuerzo y luego la comida. !He ahí su todo o nada! Farsantes, mentirosos, descarados, acomodados, mamertos.


El hambre expandiéndose como plaga bíblica por todas las calles y campos de Colombia. La vida haciéndose una película de terror, de acción, de guerra, de muerte y los “radicales” pensando en

la gran insurrección, preguntándose con desprecio y rabia, porque “ este pueblo ignorante”, esta muchedumbre canalla, undida y despojada, no se rebela, no se alzan violentamente contra el régimen expoliador.


Que la agudización de las formas de lucha, !pura mierda¡ cuanta necedad. El estómago no tiene ideología, no tiene partido, tiene !HAMBRE¡, esa que no se siente cuando escribimos desde una columna de un periódico nacional, o cuando tenemos un asiento en el Congreso...


!El pueblo está absuelto¡ y confirman la sentencia, que a pesar de todo, sale adelante, sobrevive, batalla, lucha, vence. El 14 de Marzo, mucha gente comió, alimentos dispensados maliciosamente por los mismos verdugos. Pero hubo comida, hubo vida, mañana será otro día...

Más bien son los dirigentes los que deben hacerse una autocrítica !por primera vez en la vida¡




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"Comparto las tres propuestas básicas de gobierno de Gustavo Petro. Votaré por él en 2010. www.gustavopetro.com"

lunes, 15 de marzo de 2010

Pobre de nosotros los pendejos.

Desperté pasado a culo, con dos ojeras como par oyos negros, el pelo hecho mierda y la cabeza toda averiada. Ha pasado un año y ¿qué es de mí? unos crueles despojos humanos, de un pobre desgraciado. Iba de una lado para otro, sin rumbo fijo, un poco de aquello, algo de esto, una pisca de eso, en fín, nada para escandalizar a mi abuela, o a el Padre Cachucho.

Pasó rápido, recuerdo estár de afán, con el reloj de la vida marcando la roja, el combustible en cero y yo, como todo un guerrero o mendigo, jamás me entregaba a los brazos fríos y huesudos de la derrota. Hagamos de cuenta que la vida es un plato, puede ser un sancocho, un bagre, una changua, un filete o unos calzoncillos ahumados. Mi menú era el último, bueno, miento, en realidad almorzaba carne, arroz, sopa, guisos, jugos, todo endulzado y con sus respectivos condimentos, sal al gústo y todas esas pequeñas chimbaditas que le dan sabor a la vida.

No fué mi culpa, me cansé de lo simple, yo quería algo más, algo más complicado, como carne de perro, o de chulo, algo raro, algo emocionante. Jamás entendí la frase que titula este cuento (hasta mucho despues...):
-Pobres maricas en quienes recaiga el castigo Divino- Que escuche en boca de un pobre condenado que pagaba factura cargando un costal por el resto de sus días, mientras esperaba que se fuera la Ley (que todo lo huelen, que todo lo tocan, que todo lo pintan) de la olla en la que estaba, esperando mi dosis de éxtasis, que las palabras no describen, ni los pensamientos o recuerdos, solo se siente... y que bien se siente... que chimba... en fín.

Me cansé de vivir bueno, de que todo me saliera bien, sin sufrirla, sin llorarla, quería algo más y lo encontré. Pasé de almorzar ejecutivo a extracto de Chocho. El Chocho era una comida que al principio me sabía a celeste, a paz, a vida, a luz, a santo, a puta, a sexo. El cuento es que casi me quedo, al lo último, por aragán, conspire, zángano, parásito, percanta, gonorrea, concha y agonía, sin Chocho y sin !sancocho!. Pues me toco dejar el Chocho, !que dolor tan hijueputa¡ morí, literalemente bajé a las profundidades, donde un viejito malparido me pellizcó las guebas, para luego resurgír, escarbando con las uñas túneles y montañas de arena, bebiendo tierra, pasando frío, hasta llegar a la superficie.

Bueno a todos nos toca, o de jóvenes o de viejos, pero Pito Cráistá en todos se caga. Yo saqué el parte barato, ahora pienso en las palabras de aquel loco chuchento y hambriento:

-Pobres guebones en quienes recaiga la ira Divina-

Así que recuerda pobre malparido, sean las mujeres, el juego, las drogas, la plata, la comida, la vanidad, etc, etc, etc, ya te llegará tu hora, y ojalá que estes preparado: Apriete culo, porque de la diabólica paliza nadie se salva.

Trabemos la vida, pa que no nos mate.

Prohibirán la locura, negarán el placer, perseguiran al sibarita, cazarán al lumpen, odiarán al díscolo y harán la vida imposible al hombre, al drogadicto como ellos le llaman. Como una negra y espesa nube de veneno, la peste contagia a todos por igual, vuelven a todos extremidades de su podrido cuerpo, corrupto y destructor. El vago no puede vagar, el vicioso no puede guelér, el profeta no puede predicar... solo los parlantes oficiales y sus los payasos de todas las ramas imponen La Verdad.

-!Que ilusión¡ !que terquedad!- gritan por doquier voces anónimas de la ciudad.
Dejen en paz a los ciudadanos. Un castigo tremendo sufren quienes no se recluten en la tradición ortodoxa. Los condenan a reciclar las calles, a untarse de desperdicios, para luego llamarlos, con odio y fúria: !desechables¡. Jamás podrán evitar la conexión que establecen con otros mundos, con otras cordenadas, cuando se pegan de su pipa estos viejitos barbados.

Es hora de prender un gran porro en el la nariz de la Institución, de pizquiar sus corrompidas guaridas, de sembrar la alegría, la locura de la vida, en este mundo de desengaños e injusticias.

Y qué si ellos no quieren vivir de la forma “correcta”, bien vista, ¿que pasa? si quieren retomar el camino de los antiguos andariegos, de los mismísimos nómadas, que recorrían la tierra cagando donde les diera ganas y comiendo cuando les diera hambre, sin atesorar nada más que la fascinación por recorrer los caminos y senderos de la vida.

Estamos en mora de reencontrarnos con la madre naturaleza, de hacer conexión ¿Quien quiere ir conmigo a gueler y soplar, frente al arruyo de un río, el silvido de un viento, la caricia de una rama y la desnudes del campo.

Olvídense que la felicidad es la plata o el éxito de la fama, ya lo verán, pero estarán muy viejos para cambiar el tenebroso final de la obra, no esperen a que cierre el telón, camine más bien a fumar y jugar, a divertirnos navegando sobre este lienzo que es nuestra cruda realidad, endulcémola, que cruda hace daño.

domingo, 14 de marzo de 2010

Aprendiendo a vivir sin ti,
jugando a estar atento,
caminando la ciudad,
yendo a la universidad,
creyendo en un futuro,
pegando afiches,
Te extraño, donde estas,
te espero sabiendo
que te esfumaste
por mi nariz hace mucho.

Eramos nubes,
no hacíamos en una esquina
donde nadie nos molestara
rozando la cordillera,
sobando maleza
quero volver a flotar
con tigo, los dos,
en el cielo rojo.

Me derrites, me pones fuego
y empiezo a diluirme,
me hago rojo, luego beige,
hasta volverme un carbon
negro y aspero.

Te mando flores,
de amapola y mis mejores
deseos y augurios,
retornarás invicta algún día,
me estrecharás y me amarás.
Un día, quedamos de salir, tomarnos unas cervezas y fumar algo de mariguana.
Eramos Lucía, Pipe y yo. Nos encontramos en el parque El hedonista,
ya estaba curtido por el olisque a maracachafa y la cerveza fría
refrescaba una noche calorosa, de un día frenético, sudado y jodido
para los trabadores donde todas partes.

Compramos cervezas y nos sentamos. Se escuchava la música,
había toda clase de personajes, ropa, colores, voces, formas, y
nosotros hacíamos parte del zológico. Mi amigo era un loco,
no paraba de hablar, de enfatizar, de argumenta, no había
duda que nos quería convencer de algo,
nosotros sabíamos a que se refería.

Al principio su mujer y yo nos miramos, sonreimos.
Nos causaba gracia la pasión con la que
hablaba de la política y la sociedad colombiana,
al final terminó por convencernos.

Llevaban poco de conocidos.
Nos fuimos para un bar,
luego el hombre salió
- a respirar aire puro- dijo-
volvió con un gran porro,
y la nariz enmaizenada
impregnando cada una de las esquinas
y paredes de aquel antro a dulce.
Nos sacaron, Lucía lo miraba
feo por la vergüenza.
Pipe estaba cagado de la risa, nos decia:

-Si vieron la cara de todos eso maricas,
cuando entré- Se reía y se reía-

Nosotros, hacíendonos los serios,
terminamos sucumbiendo y
olvidado el asunto
Pipe la cagaba pero
era imposible no gozar con ello.

lunes, 8 de marzo de 2010

La otra vez.

La otra vez me fui a dormir a la casa de un amigo, me hecharon de la mía. El hombre era medio cacorro, medio guebón y medio feo, muy feo, horrendo. Lo llamé y le dije que si podía ir a su casa. Solo eso, no le mencioné la pernoctada. Como era muy patético, su vida social transcurría por internet, le parecía grandioso tener un amigo en su casa. Insistía y rogaba que me quedara, pero nunca lo hacía, me daba pereza. En esta ocasión, presentía que haría la misma y fastidiosa propuesta. Me fui en bus, de mi casa al centro y luego abordé el Megabus, un servicio más moderno y organizado de transporte público,

-Ahí viene el gusano verde, pilas- Se escuchaba entre la gente cuando se acercaba el vehículo-

Voy atravesando el sector comercial, mientras miro las vitrinas, la gente, mujeres y uno que otro vagabundos de costal. Pasé por dos parques, me dirigía hacia Cuba, un barrio inmenso, lleno de violencia y de gente bella. El Cardal, lindaba con partes rurales, tenía mucha naturaleza alrededor y se respiraba un ambiente tranquilo de gentes menesterosas pero muy trabajadoras y resueltas en progresar. Me hubiera gustado seguir el camino, llegar hasta Altagracia y alejarme, vivir en el campo, pero así no es en esta ciudad, hay lujos que solo se los pueden dar los pobres, no los flojos que nos sabemos aguantar hambre ni frío. Porque para vivir con las todas las comodidades se necesita plata, para eso se necesita trabajo y no tenía, ni tengo.

-Hola Mostro-le dije tranquilamente mientras le daba la mano-
Mi entusiasmo se mostraba sospechadoso...

El punto del caso es que, disimuladamente me instalé en la cuarto de huéspedes y los anfitriones se mostraron muy generosos. Pero había algo raro con Mostro, era un terrible maniático. Había que evitar a toda costa cualquier estímulo erótico que por liviano que fuera, proveniente de la TV o de Internet, porque despertaban el marica dentro, que llevaba en su alma, o en su culo tal vez.

-Valla uno a saber- me dije en mi mente, mientras lo veía jugar Wii, como todo un pervertido mientras se proyectaban caricaturas y dibujos infantiles en el televisor.

Lo más terrible no es que cagara mierda o que le salieran innumerables barros y espinillas en la cara, que amputaba con destreza y masoquismo, no, lo peor era lo chismoso y espía que era. Cuando me demoraba en el baño, empezaba a hacer preguntas estúpidas. Yo siempre repetía los mismo:

-Men, trato de cagar y no puedo, tengo estreñimiento- Era una puta mentira, y él lo sabía.
-Ahhhhhh... como asi hermano, a mijo desayune chorizo, eso me pone a cagar troncos- Decía siempre. Lo único que atinaba a decir:
-Sisas-

Pasaban las tardes, un calor sofocante, un tedio que taladraba mi cabeza como el artefacto para abrir el asfalto. Buena comida, la madre demostró que tenia talento. Siempre fue muy formal, a pesar de que molestaba a Mostro para aliviar el dolor difuso y fantasmal de la apatía.

Al final volví a mi casa, a mi querida cama.