miércoles, 27 de enero de 2010

Introducción a un diabólico personaje

Por: Autoría colectiva.


Piti era un joven introvertido, pervertido y amante de la lucha libre y de la paja. Su vida transcurría entre angustias existenciales y un continuo miedo a la burla, a ser el centro de atención. Su actitud lo inclinaba al malicioso intento de pasar desapercibido. Cuando tenía que exponer en la Universidad, disminuía su voz de manera dramática, miraba al suelo y aparentaba que se estaba cagando físicamente de miedo, además era un vaguirry empedernido, al verse en apuros académicos, rápidamente y haciendo gala del más avanzado arte de la improvisación fingía una grave afección respiratoria y comenzaba a toser como un perro viejo a fin de causar lastima en los respectivos docentes.

Por azares de la vida, este estudiante conoció a unas plagas, que se hicieron sus amigos. Probó la mariguana y dentro de su malicia perspicaz, empezó a comprarle porros a un jíbaro de u.
En un cálculo insólito, optó por fumar en su pieza, en lugar de uno de tantos cafetales y lugares de la naturaleza para hacerlo. Cerraba su pieza con llave y era allí donde empezaba todo su ritual sagrado, se empelotaba y ponía el televisor a todo volumen para evitar cualquier ruido que lo pudiera delatar y prendía su porrote de cannabis, se lo fumaba aspirando y tapándose la nariz por varios segundos mientras se inflaba y se ponía rojo, que para aumentar el “efecto” decía el. En efecto, la casa quedaba rodeada por un halo verde y radioactivo pizquiando las casas vecinas . Por si fuera poco, un dragón medieval vivía en su boca, con la cual podía acabar con cualquier signo de vida de un solo soplido, dejando como esquirlas de su recorrido macabro, una pizca de culo como sello personal. Se fumaba uno entero, luego la mitad de otro, quería aplicarse la dosis más efectiva, decía el. Al otro día, se levantaba tarde, con pereza y llegaba a la Universidad como su estuviera enguayabado, todo lo enojaba y no hacia un culo, no copiaba, se la pasaba mirando caras como una perfecta gueba.

Su reputación, muy bien cuidada decía el, era en realidad una conducta de pendejo y de ñoño, que lo condenaban a ser visto como un bicho raro por la gente tuerta y sin corazón que no sabían apreciar sus virtudes y capacidades, solo sus defectos. Sus manos tenían una forma extraña, ortopédica y deforme, por jugar mucho Nintendo 64 y Gameboy. Y tal vez, la razón principal, por pajizo, por vicioso a masturbarse compulsivamente, generándole un color pálido en la cara y piel, característico quienes su único contacto con el mundo de lo erótico y lo sexual es la mano derecha, manuela.

Sin embargo era de admirar el espíritu progresista de tan peculiar espécimen, pues debido a cuestiones del destino, él a diferencia de los demás, quedo un paso atrás en el complejo proceso evolutivo, lo cual podía confirmase en sus problemas dermatológicos que fácilmente lo podían asociar a una piel de lagarto, o simplemente como un hijueputa ruñido. El a fin de mimetizarse mas con la gente empezó a usar una serie de pocos ortodoxos ungüentos y mecanismos para la menguar un poco los cráteres de su cara; como la baba de caracol, cemento, piedra pomes, ralladores de tomates, plutonio en pomada, etc, pero al final nada resultaba, seguía siendo el mismo corcho que fue desde que nació, pues estudios de la Universidad de Columbia afirman que a Piti primero le salió el acné que los dientes, en fin, el contaba con dos compañeros, que le daban bastante animo a tan devastado engendro, uno de ellos el que parece una rama seca o un chamizo viejo, le decía que se le notaba la mejoría cuando él le preguntaba sobre los progresos de su tratamiento, por el contrario el otro amigo, era de resaltar su grandiosa honestidad y compañerismo al responderle la misma pregunta pero de la siguiente manera: “ Parce sinceramente usted parece un hijueputa corcho”, o también le decía “Parce sin ofender, sin ofender… pero usted es muy hijueputa de feo”

27/01/10

domingo, 24 de enero de 2010

Verde.

Contento porque la vida, el verde de los árboles, de las ramas, de las matas,la tierra negrita, mojadita, que aire se respira, que paz, muchas gracias. Hable contigo, me escuchaste, con atención, con sabiduría, con amor. Estabas vivo, tanto como yo, respirabas, sentías, sabías, conocías.Todo en movimiento, en conexión, la unidad.

Te vi ciudad, te vi mal, te vi enferma, contaminada, sucia, ennegrecida por dolores y angustias, iluminada por el calor, por el fuego, por las ansias. Pobres quienes se calcinan día tras día... No te mates, mira hacia el otro lado.

Trilogía bonita.

*La vida es verde.

* Ciudad tóxica, no mire.


*De noche es fungi.

martes, 19 de enero de 2010

Anoche.

Anoche vi una estrella, su fuego se negaba a morir y su brillo iluminaba todo el universo. Era la luz del pueblo, que se niega a sucumbir, luchando por siglos contra la explotación de Patricios esclavistas, de Señores Feudales y del imperialismo de hoy. Irradiaba fortaleza y rebeldía, como la de los esclavos haitianos cuando se liberaron de la opresión francesa. Ahora los invaden los gringos vilmente, pero no podrán con la rebelión negra.

Anoche vi una estrella fugaz, ilumino por un momento el firmamento, pero se extinguió y murió. Era la burguesía, que tuvo su momento de gloria en la historia, pero que hoy ocupa el papel de tiranos y opresores, se convirtieron en lo que una vez combatieron a muerte y decapitaron. Los imperialistas invaden países, destruyen poblados, arrasan culturas y países, se tragan sus recursos naturales y humanos, y cuando ya exprimieron todo lo posible, dejan restos de miseria, incertidumbre, desesperanza, pobreza, injusticia y toda clase plagas.

Pero las imágenes se van perdiendo en mi pensamiento, no recuerdo aquella luminaria, ni el color, ni el brillo, pero lo que nunca se desvanece es la luz de aquella estrella, que miro todas las noches y que no sale de mi mente, porque es heroica, porque su lucha es justa, porque representa el futuro, la victoria.

lunes, 18 de enero de 2010

Algún día.

Son las 6 de la mañana, ya están los obreros rompiendo carreteras, construyendo, levantando edificios, abriendo piedras, haciendo caminos, trabajando y sudando como nadie. Hace un sol irresistible, cruel y el obrero no puede quejarse, tiene que aguantarse la chispa todo el día.
No se ganan un peso, un salario mínimo que no da sinó para pagar servicios, les toca endeudarse para comer a gota a gota. Sistema de mierda.

Son las 7 a.m, no hay trabajo, no hay futuro, no hay paz, de la barriada popular tienen que salir miles de almas a rebuscarse la vida en las céntricas calles de la ciudad. A pescar lo que puedan pa´ poder comer, a sobrevivir de la precariedad y la miseria que les imponen los grandes magnates y sus políticos de bolsillo. Hoy les mandaron a la policía, al ESMAD, a un vecino lo cascaron porque no se dejó quitar el puesto de dulces. Asquerosa sociedad.

Ya es la una de la tarde, no hay ni culo para hacer, no hay para la universidad, no hay trabajo, pero si hay hambre, necesidades, pobreza y desesperanza. Los pelados vinieron a este mundo a comer mierda. Se parchan en las esquinas, a ver pasar el tiempo, y uno que otro, se le mide a hacer vueltas ilegales, para llevarle comida al hogar, donde la madre, los hermanos y hermanas, están aguantando como siempre, la desnutrición, el abandono, la vida. Malparido establecimiento.

El pueblo aguanta y aguanta, pero no se pone con guebonadas, ya no le come a los embustes de la extrema izquierda con sus fusiles rusos, ni a los engaños de los Césares con sus constituciones basurientas, ni al modelo neoliberal y sus promesas de bienestar, porque cuando se les acaba la paciencia, su respuesta es contundente. Y nadie, absolutamente nadie, cuando llegue el momento, se librará de la obra creadora de las masas.

martes, 5 de enero de 2010

Nuevos vientos, cap 1. Escape.



Era de madrugada, sentía como pasaban los segundos, el agobiante temblor de la aleta delgada en el marco del reloj. Su corazón latía con fuerza, estaba preocupado. Debía madrugar a trabajar, a cargar cajas. Trabajaba por el salario mínimo. Subió 12 mil miserables pesos, mientras el mercado aumenta el precio de sus mercancías insaciablemente. Una clase compuesta de extranjeros y otra menos digna de si, la de algunos empresarios locales que se enriquecen feriando el patrimonio público. Explotan y llevan miseria a los trabajadores y al pueblo. Compraron un gobierno fascista. Sus padrinos en esta ocasión eran emergentes políticos engendrados por el frenesí el narcotráfico. De esa economía de ganancias gigantescas, apoyadas en la fuerza de la armas y violencia. Una clase ajena a las sutilezas y los embustes de la clase política tradicional para cercenar los derechos y ahondar en la entrega de nuestros suelos, nuestros mares, nuestra fuerza de trabajo, a los gran burgueses transnacionales.

Suenan los tambores del infierno. Salpican con su golpeteo sangriento, las paredes de las barriadas populares. Estelas de fuego calcinan el aire. Saca su R-15, con su grupo de seis guerreros, se defienden del asedio. Pero la cruenta carecía no deja hombre vivo. Los más poderosos, con mayor capital, destruyen con la contundencia de una aplanadora, la heroica resistencia. El negocio está monopolizado y los aventurados en sacar ganancia, pagan el precio con el canibalismo, salvajismo y la barbarie de humanos como hienas.
Quienes permanecieron en la oficina, ocuparon puestos estratégicos, apagaron las luces y situaron su miraba en el entresuelo de la puerta que daba a la calle. El sonido de los motores los alertaron.
Un seco quiebre de los vidrios frontales antecedieron una explosión. Salieron diseminados con violencia pedazos de madera, ladrillo y de todo cuanto había allí dentro, pedazos de hueso y sangre también.

Mandril se alcanzó a tirar al patio. Salió ileso. Hombres de capucha tumban la puerta y entran castigando ráfagas de fusil por todo el pequeño recinto. Asomó el pico del cañón por la ventana entre la cocina y el patio, impactando a los primeros tres que ingresaron. Mandril salta al patio vecino de inmediato, casi al mismo tiempo en que caían los cuerpos cercenados por el plomo. Atraviesa algunos techos y salta a un barranco tupido de árboles, ramas y piedras. Para quienes hacían la guardia en el anden de la entrada, su muerte fue fulminante. Balazos certeros en el cráneo, disparados a varios cientos de metros de distancia. Mandril dio como pudo con el terminal de transporte, tiró su fusil al río, se fue de guebas con un fajo de billetes, cargó su pistola y abordo la primer buseta que saliera para cualquier cagadero donde pudiera esconderse. Mientras arrancaba, recordó que un pendejo del barrio lo capturaron por meterse la plata robada en las medias, pues para comprar hasta un confite se quitaba las zapatillas y pelaba los dedos de uñas largas y mugrosas.

sábado, 2 de enero de 2010

Fenix

Un ser llega a su fin cuando tiene que morir,
cuando sus órganos no pueden sostener la vida,
la existencia se hace algo imposible para sus adentros,
para su corazón, para su hígado, para la mente,
puede ser falta de oxígeno, de sangre, de anticuerpos,
o la invasión tenaz de microbios y otras formas de vida,
que riñen y su desarrollo implica la destrucción
donde se hospedan, se alimentan, donde transitan.

El preso condenado a la pena de muerte, encerrado,
entre tubos de hierro y soldadura,
custodiado por ogros y grandes monos,
no hay salida, no hay escapatoria,
sabe lo que le espera, el terror lo invade,
piensa, la imagen y la idea lo acorralan cada segundo,
pero si existiera la posibilidad de cambiar el destino,
algún recoveco, algún entresuelo, alguna zanjan,
algún hueco por donde pudiera esquivar su trágica
sentencia, lo que la sociedad le impone, la muerte.

Pero porqué no, las posibilidades son infinitas,
digamos que el enfermo casi muerto se salva,
que el preso se escapa, que la desangrada Colombia,
descompuesta lentamente por la guerrilla, por las bandas armadas,
por los paramilitares, por componentes de las fuerzas armadas entrenados
en la escuela de las Américas para reprimir al pueblo, que
toda su triste obra tragicómica no traduce sino en pobreza,
muerte, destrucción, desplazamiento, desgarramiento,
pudrición, hundimiento; !sí¡ porqué no, digamos que
Colombia, al borde del abismo, en manos de los violentos,
se salva, que los ciudadanos, que las masas encuentran
esa canaleta, para hacerle un esguince a la muerte,
y resurgen, resolviendo vivir, ganarle la batalla a las
plagas, al tifo, al cáncer, a la grangrena, y
el enfermo terminal, con sus defensas, acaba la alimañana,
el residente maldito, el huésped demoniaco,
lo acribilla, lo esfuma, y cuando faltando un último suspiro,
de brisa, de niebla, de lluvia, de muerte,
con una gran bocanda de aire y de vida,
abre sus ojos, se levanta, se incorpora,
siente la vida, siente la sangre por sus venas,
la existencia manifestándose de los pies a la cabeza.

La euforia, la alegría, la felicidad, esas cosas que
solo sienten los vivos, y amarillo por la dura batalla,
mira el cielo azul, y piensa en rojo, el rojo
de la rebeldía, de la victoria, el rojo de la patria.