lunes, 18 de enero de 2010

Algún día.

Son las 6 de la mañana, ya están los obreros rompiendo carreteras, construyendo, levantando edificios, abriendo piedras, haciendo caminos, trabajando y sudando como nadie. Hace un sol irresistible, cruel y el obrero no puede quejarse, tiene que aguantarse la chispa todo el día.
No se ganan un peso, un salario mínimo que no da sinó para pagar servicios, les toca endeudarse para comer a gota a gota. Sistema de mierda.

Son las 7 a.m, no hay trabajo, no hay futuro, no hay paz, de la barriada popular tienen que salir miles de almas a rebuscarse la vida en las céntricas calles de la ciudad. A pescar lo que puedan pa´ poder comer, a sobrevivir de la precariedad y la miseria que les imponen los grandes magnates y sus políticos de bolsillo. Hoy les mandaron a la policía, al ESMAD, a un vecino lo cascaron porque no se dejó quitar el puesto de dulces. Asquerosa sociedad.

Ya es la una de la tarde, no hay ni culo para hacer, no hay para la universidad, no hay trabajo, pero si hay hambre, necesidades, pobreza y desesperanza. Los pelados vinieron a este mundo a comer mierda. Se parchan en las esquinas, a ver pasar el tiempo, y uno que otro, se le mide a hacer vueltas ilegales, para llevarle comida al hogar, donde la madre, los hermanos y hermanas, están aguantando como siempre, la desnutrición, el abandono, la vida. Malparido establecimiento.

El pueblo aguanta y aguanta, pero no se pone con guebonadas, ya no le come a los embustes de la extrema izquierda con sus fusiles rusos, ni a los engaños de los Césares con sus constituciones basurientas, ni al modelo neoliberal y sus promesas de bienestar, porque cuando se les acaba la paciencia, su respuesta es contundente. Y nadie, absolutamente nadie, cuando llegue el momento, se librará de la obra creadora de las masas.

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