sábado, 2 de enero de 2010

Fenix

Un ser llega a su fin cuando tiene que morir,
cuando sus órganos no pueden sostener la vida,
la existencia se hace algo imposible para sus adentros,
para su corazón, para su hígado, para la mente,
puede ser falta de oxígeno, de sangre, de anticuerpos,
o la invasión tenaz de microbios y otras formas de vida,
que riñen y su desarrollo implica la destrucción
donde se hospedan, se alimentan, donde transitan.

El preso condenado a la pena de muerte, encerrado,
entre tubos de hierro y soldadura,
custodiado por ogros y grandes monos,
no hay salida, no hay escapatoria,
sabe lo que le espera, el terror lo invade,
piensa, la imagen y la idea lo acorralan cada segundo,
pero si existiera la posibilidad de cambiar el destino,
algún recoveco, algún entresuelo, alguna zanjan,
algún hueco por donde pudiera esquivar su trágica
sentencia, lo que la sociedad le impone, la muerte.

Pero porqué no, las posibilidades son infinitas,
digamos que el enfermo casi muerto se salva,
que el preso se escapa, que la desangrada Colombia,
descompuesta lentamente por la guerrilla, por las bandas armadas,
por los paramilitares, por componentes de las fuerzas armadas entrenados
en la escuela de las Américas para reprimir al pueblo, que
toda su triste obra tragicómica no traduce sino en pobreza,
muerte, destrucción, desplazamiento, desgarramiento,
pudrición, hundimiento; !sí¡ porqué no, digamos que
Colombia, al borde del abismo, en manos de los violentos,
se salva, que los ciudadanos, que las masas encuentran
esa canaleta, para hacerle un esguince a la muerte,
y resurgen, resolviendo vivir, ganarle la batalla a las
plagas, al tifo, al cáncer, a la grangrena, y
el enfermo terminal, con sus defensas, acaba la alimañana,
el residente maldito, el huésped demoniaco,
lo acribilla, lo esfuma, y cuando faltando un último suspiro,
de brisa, de niebla, de lluvia, de muerte,
con una gran bocanda de aire y de vida,
abre sus ojos, se levanta, se incorpora,
siente la vida, siente la sangre por sus venas,
la existencia manifestándose de los pies a la cabeza.

La euforia, la alegría, la felicidad, esas cosas que
solo sienten los vivos, y amarillo por la dura batalla,
mira el cielo azul, y piensa en rojo, el rojo
de la rebeldía, de la victoria, el rojo de la patria.

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