sábado, 28 de marzo de 2009

Pereira... Pereira...

Ciudad que me viste nacer, crecer, cagar, miar y llorar.
Pereira, cuanto te extraño, cuanto te pienso,
te respeto, por tener algo indescifrable,
por ser tan prudente y tan sórdida.

Te quiero por lo hijueputa que eres,
en ti sufren muchas almas, pero
también nos das oportunidad de reir,
de volar, de sentirnos vivos, muertos,
de estudiar, de vagar, de caminar.

Caminar tus calles como las líneas
que trazan nuestras venas,
un brazo amigo, eres esa uña,
la última, que está larga,
con la que guelen.

Hago memoria... me encuentro allí,
en la bliblioteca, escuchando tango,
leyendo poetas e intercalando,
caballo con perica, para el ánimo.

La Florida, verde, rio, viento, alegía
fumé bareta en tu entrañas,
donde nacen tus aguas, donde
florecen tus bellas hembras.

Pereira, conocí tus calles, oscuras,
negras, miedosas, terroríficas,
y también tus centros comerciales,
agradables, pero injustos,
excluyentes y perversos, tanto
como aquellos callejones de la muerte.

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