martes, 6 de enero de 2009

Un sin sentido más digno.

No hay acción que legitime al hombre como la lucha, la disciplina y la resistencia. Una vida puede transcurrir miserable, explotada por los saqueadores, entregada a la rutina infernal de la miseria, de la necesidad, de arrastrarse día tras día, año tras año, cada vez más pobres, mientras un puñado de especuladores, de zánganos y de bárbaros se enriquecen mientras sus huesos se pudren por el ocio, la mezquindad, la rapiña de vidas sostenidas por la fuerza de trabajo ajena. Que muchos suframos la desgracia y a la vez el privilegio de nacer pequeño burgueses, maldita sea, lo terrible e infame es morir toda una vida de mediocridad, individualismo, banalidad y demás enfermedades mentales que heredamos como desperdicios y sobras culturales de la burguesía. La clase trabajadora sabe que tiene que anteponer sus caprichos y emociones al esfuerzo, a la labor, a la creación, a la sobrevivencia; la clase poseedora sabe que para mantenerse como dueños del poder política y económico, tienen que esforzaste, tienen que fortalecer su república y su democracia, su dictadura por encima de cualquier precio, sin escatimar procedimientos, medidas y todos aquellos recursos que tengan a la mano para impedir que las clases populares establezcan su propio sistema político. Que va ser del dueño de las miles de hectáreas, que va a ser del dueño de las miles de maquilas, de los millones de recursos naturales, de los medios de comunicación, de los medios de transporte, de los medios de producción, cuando la masa se despoje del yugo insano que las obliga a consumirse de por vida en las catacumbas y las fétidas minas por un salario infeliz, para hacer más rico y boyante a un odioso e insaciable magnate. Es una lucha a muerte entre dichas clases, que se tienen rabia y odio. La pequeña burguesía, inmersa en su mundo “autosuficiente”, cree estar por fuera y exenta de esta lucha, no hacen más que hacer del autismo su filosofía de vida. La pequeña, tiene un poco de ambas, una pizca de comodidades y otra de trabajo y lucha, se agobian y se ahogan en sus propias desgracias, en su existencialismo caduco, su nihilismo quejumbroso, viven “su mundo” sin dignarse a elegir un bando, no sabiendo que esta actitud inútil y facilista, solo beneficia a la facción poderosa, por cuanto resta en lugar de sumar efectivos para la lucha. Esto que escribo no tiene sentido, o puede tener algo, pero es preferible, a rendirle culto a la estupidez mientras los terratenientes, los “inversionistas" y su gobierno combaten sin pausa contra el pueblo y mientras la masa menesterosa se bate a muerte por defender lo suyo.

1 comentario:

mauro dijo...

Hablo en mi sitación personal, para no ofender a mis parceritos que escriben. A la final cada quien escribe lo que le da la gana.