miércoles, 3 de febrero de 2010

Mirando.

Poco a poco se quemaba, se convertía en humo, en olor, en imágenes, sonidos, sensaciones efímeras. El lugar estaba invadido por un gusto dulzón y penetrante. La noche fría, la luna omnipotente, la bruma hegemónica, la ciudad gélida, distante, indiferente. Los espacios escondidos, inexistentes. El insecto iluminador sobresale en la sala, todos miran la inmensa catedral que reposa sobre una mano. Un reloj de contrabando. Se ven siluetas moverse por entre las cortas zanjas. La temperatura se mantiene. La sazón la ponen los olores dulces y agrios de pucho. Hay especias, polvos y variedad de ramas.

Huyen del frío nocturno, del tedio, de las calles y los andenes desalmados, de las vitrinas comerciales, de la amarga rutina, de sus espejismos, de las promesas. La madera de la puerta se torció, las bisagras rechinaron y súbitamente una ráfaga helada entró masacrando. Reinó el silencio, piel de gallina, escalofrío, expectativa. La hermética acústica fue violentada, se fueron infiltrando los lamentos de las ambulancias, el berrido de las sirenas, el rugido cavernario y los trazos de contaminación dibujados por los vehículos circundantes.

No se dieron cuenta que el invitado inesperado era su vida, su lastre. No sabían que el invitado indeseable había ingresado para observarlos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres fascinante, tu recuerdo me obsesiona

Anónimo dijo...

tu recuerdo de niño, como pocos

Anónimo dijo...

Tu me fascinas

Anónimo dijo...

eso me encanta...

Anónimo dijo...

Donde estas bonita?

Sublimaciones dijo...

mauro personas como ud son las que valen verdaderamente.. esa capacidad la tienen pocos.. aprovechela... lo que ud escribe si es inspiracion.. una chimba !! (ups!!)